“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”
Eduardo Galeano
El entusiasmo se desborda cuando se gesta un proyecto atractivo. Lo rodean actitudes optimistas, motivación, sueños e ideas a granel.
Afortunadamente esas ideas se transforman en ideales. Un ser idealista es aquella persona que se deja seducir conscientemente por una utopía… un horizonte al que pretende llegar.
A ese horizonte utópico lo reconocemos de diferentes modos: metas, objetivos o fines de carácter individual o colectivo.
Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida.
Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas planteados y cumplir las tareas que la existencia asigna continuamente a cada individuo.
¿Para qué sirve la utopía?
Eduardo Galeano nos lo explica de forma poética: para caminar. Sin algo que te mueva, no andas. Sin un meta, no actúas de modo propositivo. Sin ideales que te guíen eres un barco perdido en medio de tu océano vital.
A medida que avanzamos en ese camino los ideales van transformándose. La influencia de la realidad en ellos es muy potente.
Importante entonces, el canalizar mejor las energías, ser eficientes y subsidiarios.
Y en esta carrera de relevos que es la vida, los que empiezan con humildad suelen buscar guías expertas, mientras los que lo hacen con prepotencia, a veces las desprecian.
Es fundamental la actitud en el trayecto. Los veteranos son una ayuda inestimable que no se debe perder… aprovechemos esa fuente para beber y equiparnos para los propios caminos.
GabrielGarcía Márquez nos legó esta frase:
“Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra.”