“PARADOJAS DE LA FELICIDAD”
Los humanos no nacemos felices o infelices, sino que aprendemos a ser una cosa u otra. La felicidad no se encuentra en unas monedas,ni en una posición; tampoco es una lotería o una casualidad académica.
Es algo que se construye paso a paso…como ladrillos que dan lugar a una casa.
Cada quien y cada cual protagoniza su propio proceso para ser feliz. Alejandro Dumas afirmó: “La vida es tan incierta, que la felicidad debe aprovecharse en el momento en quese presenta”.
No existen recetas para la felicidad y es preciso asumir que experimentamos parcialidades de ésta.
Qué importante resulta descubrir y disfrutar de todo lo bueno que sí tenemos sin esperar a encontrarnos con un ciego para constatarlo hermoso que es poder ver; no precisar de conocer a un sordo para maravillarnos del sonido. Sacar jugo al gozo por la maravilla de nuestros músculos y huesos; de los cien mil millones de neuronas del cerebro interconectando información, sin confrontarnos necesariamente con la discapacidad de otros hermanos, pero sí contribuyendo a la cultura y solidaridad con esta realidad.
No encerrarnos masoquistamente en nuestros dolores;no magnificar las pequeñas cosas que nos faltan. “Carecer de algunas de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad”, expresó Bertrand Russell.
No sufrir por temores o sueños de posibles desgracias que probablemente nunca llegarán.
Vivir abiertos al prójimo; tener grandes ideales;creer descaradamente en el bien, en el amor y en la amistad, haciendo presente lo que señaló con puntualidad Isabel Allende: “La felicidad que se vive deriva del amor que se da”.
Descubrir que Dios es alegre, que una religiosidad que atenaza o estrecha el alma no puede ser la verdadera. Y sonreír… con ganas o sin ellas.
Es urgente transmitir y repasar ésta quizá, última lección, de manera compartida, ya que está en juego la asignatura más importante en la carrera de la vida: la construcción de la felicidad.
“Los seres humanos olvidamos siempre que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.John Locke