“La verdadera belleza brota del corazón y habita en los ojos”
Judith Mc Gnouth
Con motivo de la celebración de un certamen de belleza, surgió la inquietud de indagar y reflexionar sobre el sentido profundo de este concepto.
Así encontramos que la verdadera belleza no es efímera; permanece incluso tras haberse aparentemente extinguido.
“La juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que conserve la capacidad de ver la belleza jamás envejece”, expresó Franz Kafka.
Para algunos, la belleza radica sólo en lo exterior, en lo visible. Pero la belleza va de la mano con el alma, con la esencia de las personas y con sus acciones.
La belleza física es efímera y, por tanto, imperfecta. Lo bello, lo auténticamente bello, no muere, sino que se transforma, como la energía.
“Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla”, señaló Confucio.
La belleza es la marca que suele sonreír con el esplendor de la bondad, de la verdad y del amor que hay en las obras que hacemos.
¿Y los cuerpos humanos?
Es cierto que hay cuerpos humanos armónicos y proporcionados que impresionan y que podemos catalogar como hermosos. Pero no podemos permanecer en un miramiento sólo material de lo bello; estamos invitados a captar toda verdad, bondad y amor que a fin de cuentas se traducen en la impronta de la belleza que nunca caduca.
“Aunque le arranques los pétalos, no quitarás su belleza a la flor”, sentenció Rabindranath Tagore.
Porque la belleza es hermana de la verdad y es arte puro, más allá de los artificios; esfuerza y gracia unida en simplicidad.
Cervantes escribió: “La hermosura que se acompaña con la honestidad es hermosura, y la que no, no es más que un buen parecer”
Para percibir cabalmente la belleza se requieren los ojos del alma.
Aprenderá apreciar la belleza puede mejorar la calidad de nuestras vidas, estaremos en la posibilidad de mirar con profundidad y dar significado trascendente a las personas y a las cosas.